El segundo embarazo tiene la ventaja de no generar tantos temores como la primera vez, pero también no tiene la misma magia que antes, ¿o sí?
Muchas veces pensamos que si pasamos un embarazo, el segundo o tercero o cuarto o...va a ser igual. Y eso no es así.
En el primero la pudiste haber pasado bomba y en el resto te atacaron las náuseas, o al revés. Además la diferencia fundamental entre el primero y el resto es que en el primero estás cansada y te acostás. Con el resto de los embarazos tenés a tus otros hijos que te reclaman más que nunca y si no negociaste con tu pareja que los lleve a pasear el cansancio será el doble. Y de esto no habla ningun manual, ¿cómo hacer? Bueno, apela a tu sabiduría que ya tenés como madre, relajate y disfrutá del momento, quizás no puedas descansar de la misma forma, pero también vas a poder sentirte más libre en cuanto a los miedos, ¿o no?
Por otro lado, también como padres nos genera preocupación si vamos a poder con uno más, tanto desde el punto de vista psicológico, físico y por qué no desde el económico y del tiempo disponible para dedicarles.
Lamentamos decirte que no hay una receta, ni una poción mágica, siempre tratamos de buscar el equilibrio, darles a todos los hijos el mismo amor, sin embargo no es fácil. Y si antes te sentías tironeada entre la mujer, la madre y la profesional, esa exigencia aumenta.
Pensá que no sos la única en esta situación y al final del día cuando finalmente todos duermen vas a sentir una plenitud difícil de explicar y transmitir, pero de una inconmensurable felicidad.
A sí como no hay dos embarazos iguales, los chicos desde bebés nos demuestran que sus personalidades son innatas y ellos se diferencian entre sí. Así que dales el mismo amor y atención, pero escuchalos cada uno tiene algo distinto que contarte.
Con mi segunda hija pensé que era lo mismo, pero no le gustan las mismas cosas, la leche y el agua de la bañadera más calentita que la primera. Juega y toma la mamadera sola, pero siempre prefiere que estemos cerca, la mayor siempre fue más autónoma y cuando pudo hablar no dejaba de decirme: “yo solita”.
- Foto: Arvind Balaraman, www.freeditigalphotos.net